martes, 7 de abril de 2009

Un nuevo corolario de la teoría de Carlo M. Cipolla sobre la estupidez.



Al hilo del post anterior y para la elaboración de este corolario, debemos fijarnos especialmente en la clase de individuos que se sitúan en los ejes de abcisas y ordenadas del esquema propuesto por Cipolla. De ese modo se obtendrán cuatro combinaciones compuestas, a saber:



1/ Los situados en la parte positiva del eje de abcisas, se corresponderían con una subespecie que denominaremos inteligentes-malvados (o viceversa); al estar situados en la línea cero del eje de ordenadas es obvio que no producen beneficio ni perjuicio para los demás pero conforme van situándose hacia la derecha, es decir, la zona más positiva, obtendrán un mayor beneficio propio (se harán ricos, en suma). A esta clase de individuos les importa un bledo lo que pueda ocurrir a sus semejantes, con lo cual (y por economía de lenguaje) los podríamos definir en la categoría “egoísta”. Conforme avancemos en el eje de abcisas encontraremos egoístas de mayor o menor riqueza, hasta llegar a un límite (no previsto por la teoría) del “egoísta infinitamente rico”. De igual modo, y en las proximidades del origen de coordenadas, encontraremos a los “egoístas pobres” que se acercan peligrosamente a la frontera de los incautos (y a la de los estúpidos). En cualquiera de los casos, existirá un límite en el lado positivo, ya que la cantidad de bienes a obtener es, forzosamente limitada. Veremos más adelante que eso no se produce en condiciones opuestas.



2/ En la parte negativa del eje de abcisas, encontramos la categoría del incauto-estúpido. Al igual que en el caso anterior, esta especie no procura beneficio ni perjuicio para la colectividad, y tiene tendencia a emprobecerse cuanto más se sitúa a la izquierda del eje. Por utilizar otro término simplificador, se puede denominar a esta subespecie como “inane” e igualmente existirán inanes pobres y otros que lo serán menos (aunque todos tienen un perjuicio personal. tampoco se conoce un límite exacto para la pobreza, aunque, obviamente los dos ejes no tienen en sus límites un aspecto simétrico: la pobreza absoluta se puede alcanzar, pero no así la acumulación de bienes, que puede ser infinita). En consecuencia, tendremos a una distancia discreta al inane hiper pobre, mientras que, en las zonas próximas al origen se situarán los inanes que tienden hacia el egoísmo, de modo que un inane que es algo rico se pasaría a la categoría de “egoísta pobre”.



3/ Los individuos situados en el eje de abcisas pertenecen a otra especie: se trata de personajes que carecen de ambición propia y no buscan beneficio (ni perjuicio) personales en su actividad. Los de la parte superior buscarían el beneficio para los demás, creciente cuanto mayor sea la distancia al origen de coordenadas. De acuerdo con la metodología establecida por Cipolla, cabría calificar a estos seres como incauto- inteligentes, ya que el autor establece que la inteligencia supone actuar siempre con algo de beneficio propio, aunque también beneficiando a los demás, mientras que ese comportamiento con perjuicio propio pertenece a los incautos. En este límite, cabría diferir de esas definiciones, pues pueden existir personas que busquen el beneficio de los demás sin esperar recompensa alguna.

Esa suele ser la definición de la filantropía, que abarca a las personas que se distinguen por el amor a sus semejantes y por sus obras en bien de la comunidad. En este sentido, existirían pequeños filántropos, próximos al origen de coordenadas que solamente actuarán de forma beneficiosa para sus semejantes en contadas ocasiones (aunque siempre sin perjudicarse a ellos mismos): sería el ejemplo del filántropo vago, alguien que ejerce su profesión sin gana o sólo ocasionalmente. En el extremo opuesto positivo, el límite estaría en el filántropo activo, que podría beneficiar a la humanidad, incluso después de su muerte, como los grandes científicos, sabios o mecenas de los que la humanidad ha disfrutado o disfruta.



4/ La parte negativa del eje de ordenadas se correspondería con el estúpido-malvado en estado puro: alguien que no gana ni pierde, pero que siempre perjudica a los demás. Entraríamos así en la categoría de los disolutos, depravados, libertinos, licenciosos o disipados, aunque sería difícil encontrar entre estas clases de individuos alguno que no actuara mínimamente en beneficio propio. La clase de gente con la que aquí nos encontramos parece ser de otra especie, pues la estupidez conlleva siempre un perjuicio para uno mismo. Claro que también la maldad conlleva un cierto beneficio propio, siempre a costa de la desgracia ajena. En realidad, un personaje que no busca beneficio ni perjuicio propio, pero que busca el mal para los demás podría pertenecer al mismísimo eje del mal puro, un mal que no ostenta beneficio propio, algo extracorpóreo que podría asimilarse a algún demonio antiguo o mitológico. Según esas creencias, los demonios no buscarían beneficios ni perjuicios en su acción, pues solamente se deben al puro mal. Así, denominaremos a esta categoría como demoníaca, de modo que los que se situasen cerca del origen serían demonios menores, pequeños súcubos indolentes que no generan mayores males, mientras que los que se alejasen mucho del mismo, serían personajes de la categoría de Satanás o Belcebú.



Obsérvese que este eje carece de final conocido, ya que la cantidad de perjuicios para la comunidad es infinita, contrariamente a los bienes que son forzosamente limitados. La ruina propia del individuo si puede ser limitada, pero no así la de la comunidad que parece no tener límite alguno. Por esa razón, la condición de malvado-estúpido puro podría llegar al infinito.

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